En un país con seis millones de #parados, en un país donde otros tantos millones son #mileuristas (si llegan), ser #autónomo parece una salida razonable. Imaginemos a un profesional, digamos #periodista, que factura mensualmente 2000 euros. Fantástico, es el doble de lo que cobra mucha gente. Además, como su única necesidad es un ordenador, no tiene unos gastos excesivos. Todo limpio. No hay alquiler de local (puede trabajar en casa), no tiene que pagar a proveedores (el ordenador se lo regaló su madre en Navidad), no tiene que pagar a empleados (él ya se apaña para escribir a cualquier hora de cualquier día).
Llega la hora de presentar la factura. 2000 euros más IVA (21%), igual a 2420 euros. Ahora resta el IRPF (21%), ósea, se queda en 2000 euros de nuevo. Pero como debe abonar trimestralmente el IVA generado a la #AgenciaTributaria, en realidad su sueldo es de 1580 euros. Pero espera, el último día del mes debe pagar su cuota a la #SeguridadSocial. Pongamos que paga lo mínimo, es decir 261 euros. Por lo tanto su sueldo vuelve a disminuir, y se queda en 1319 euros. Aún no ha comprado ni un yogurt. A cambio tiene una base de cotización de unos 850 euros, lo que significa que cuando llegue la jubilación tendrá la pensión más baja. (Eso te pasa por cotizar lo mínimo, amigo). Por supuesto, no tiene derecho a paro. Estaría bueno.El autónomo no disfruta de los cheques-comida con el que cada vez más empresas complementan el sueldo de sus empleados. El autónomo no tiene de un plan de pensiones privado, incluido en el sueldo de muchas empresas. El autónomo no puede permitirse un seguro de salud privado que le proteja frete a enfermedades que no cubre la Seguridad Social, como a millones de trabajadores por cuenta ajena. El autónomo pertenece a un colectivo tan heterodoxo que no tiene capacidad para unirse y reivindicar derechos mínimos, además no tendría tiempo para manifestarse si quiere sacar su negocio adelante cada mes.
El autónomo no es un emprendedor, es un héroe, un loco que confía en la fuerza de su trabajo, en su talento y destreza para poder llegar a fin de mes. Pero mientras que no se rebaje la desmedida presión que soporta, lo que debería ser la espina dorsal de una economía moderna, en la que el autotrabajo genere a su vez empleo, y gane terreno a las grandes y pesadas estructuras empresariales que mantienen sus objetivos a costa de despidos indiscriminados, no saldremos del siglo XX.
José Cabanach
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